Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
NAUFRAGIOS Y COMENTARIOS




Comentario

De los alborotos y escándolos que hobo en la tierra



De aquí adelante comenzaron los alborotos y escándalos entre la gente, porque públicamente decían los de la parte de Su Majestad a los oficiales y a sus valedores que todos ellos eran traidores, y siempre de decía y de noche, por el temor de la gente que se levantaba cada día de nuevo contra ellos, estaban siempre con las armas en las manos, y se hacían cada día más fuertes de palizadas y otros aparejos para se defender, como si estuviera preso el gobernador en Salsas; barreando las calles y cercáronse en cinco o seis casas.

El gobernador estaba en una cámara muy pequeña que metieron, de la casa de Alonso Cabrera en la de Garci-Venegas, para tenerlo en medio de todos ellos; y tenían de costumbre cada día el alcalde y los alguaciles de buscar todas las casas que estaban al derredor de la casa adonde estaba preso si había alguna tierra movida de ellas para ver si minaban. En viendo los oficiales dos o tres hombres de la parcialidad del gobernador, y que estaban hablando juntos, luego daban voces diciendo: "¡Al arma, al arma!" Y entonces los oficiales entraban armados donde estaba el gobernador, y decían, puesta la mano en los puñales: "Juro a Dios que si la gente se pone en sacaros de nuestro poder, que os habemos de dar de puñaladas y cortaros la cabeza, y echalla a los que os vienen a sacar, para que se contenten con ella"; para lo cual nombraron cuatro hombres, los que tenían por más valientes, para que con cuatro puñales estuviesen par de la primera guarda, y les tomaron pleito homenaje que en sintiendo que de la parte de Su Majestad le iban a sacar, luego entrasen y le cortasen la cabeza; y para estar apercibidos para aquel tiempo, amolaban los pufiales, para cumplir lo que tenían jurado; y hacían esto en parte donde sintiese el gobernador lo que hacían y hablaban; y los secutores de esto eran Garci-Vanegas y Andrés Hernández el Romo, y otros.

Sobre la prisión del gobernador, demás de los albo. rotos y escándalos que había entre la gente, había muchas pasiones y pendencias por los bandos que entre ellos había, unos diciendo que los oficiales y sus amigos habían sido traidores y hecho gran maldad en lo prender, y que habían dado ocasión que se perdiese toda la tierra, como ha parescido y cada día paresce, y los otros defendían al contrario; y sobre esto se mataron e hirieron y mancaron muchos españoles unos a otros; y los oficiales y sus amigos decían que los que le favorescían y deseaban su libertad eran traidores, y los habían de castigar por tales, y defendían que no hablase ninguno de los que tenían por sospechosos unos con otros; y en viendo hablar dos hombres juntos, hacían información y los prendían, hasta saber lo que hablaban; y si se juntaban tres o cuatro, luego tocaban al arma, se ponían a punto de pelear, y tenían puestas encima del aposento donde estaba preso el gobernador centinelas en dos garitas que descubrían todo el pueblo y el campo; y allende de esto traían hombres que anduviesen espiando y mirando lo que se hacía y decía por el pueblo, y de noche andaban treinta hombres armados, y todos los que topaban en las calles los prendían y procuraban de saber dónde iban y de qué manera; y como los alborotos y escándalos eran tantos cada día, y los oficiales y sus valedores andaban por tan cansados y desvelados, entraron a rogar al gobernador que diese un mandamiento para la gente en que les mandase que no se moviesen y estuviesen sosegados, y que para ello, si necesario fuese, se les pusiese pena; y los mismos oficiales le metieron hecho y ordenado, para que si quisiese hacer por ellos aquello lo firmase; lo cual, después de firmado, no lo quisieron notificar a la gente, porque fueron aconsejados que no lo hiciesen, pues que pretendían y decían que todos habían dado parescer y sido en que le prendiesen, y por esto dejaron de notificallo.